lunes, 31 de mayo de 2021

Vamos a echar gasolina

 3:27 am. hay que despertar. Hoy toca echar gasolina. Debemos salir antes de las cuatro para hacer la cola. 

Me levanto y aseo rápido. Mi esposo prepara sandwiches y jugo de naranja. Vamos a una excursión que no sabemos a que hora termina. Preparo café. Lleno dos tazas y un termo. También lleno un termo con agua fría. Hoy toca echar gasolina.

Desde hace tiempo, ya no sé si muchísimo o mucho, echar gasolina al carro es un viacrusis que solo comprendemos quienes lo padecemos. Dicen en Colombia sobre el carnaval de Barranquilla que "quien lo vive es quien lo goza". Algo así es echar gasolina en Venezuela.

Salimos de casa a las 3:50 am. Está oscuro, muy oscuro. La autopista no tiene iluminación. Mi esposo maneja "de oido". Conoce de memoria cada curva, cada bache. Esquiva intuitivamente los obstáculos. Vemos una larga cola de vehículos que esperan cargar gasolina en una bomba sin saber si hoy surtirán esa estación de servicio. Nosotros vamos a una que queda un poco más lejos, pero siempre recibe gasolina. Llegamos a nuestro destino. Nos toca detener el carro a unos dos kilómetros de la entrada de la estación de servicio. No puedo calcular cuántos carros hay por delante. Mi esposo lanza una hipótesis: "200 y seguramente pasaron la noche aquí en la autopista porque esta bomba trabaja hasta las seis de la tarde." Puede ser.

Decidimos dormir un rato. No dormimos. Estamos a la  intemperie. Hablamos poco. ¿De qué se puede hablar? La bomba empieza a despachar a las 6:30 am.

5: 28 am. Empiezan a cambiar los colores del cielo. De negro pasa a azul oscuro con vetas grises. Aparecen los morados y lilas y poquito a poco van dando paso a los naranjas.



6:15 am. Veo cómo el sol se va abriendo paso entre las nubes. 



Me dedico a escuchar a las aves que empiezan a cantar. Los veo saltar de rama en rama en este majestuoso árbol.



¿Para que ocuparme de la cola que no se mueve? ¿Para que pensar en lo obvio? Decidimos tomar café y comer un sandwich. Son las 6:23 am.

Ya van a abrir. Tenemos dos horas y media esperando. La cola empieza despertar del letargo y vemos que los carros que están alláaaaa adelante empiezan a moverse. Mi esposo enciende el carro y espera poder moverse. Nos movemos unos 100 metros. Encendemos la radio. La volvemos a apagar porque no hay nada grato que escuchar. Conversamos mientras tomamos jugo de naranja. Pasan vendedores ambulantes ofreciendo café e infusiones de toronjil, manzanilla y malojillo. 

Nos movemos con lentitud. Trato de concentrarme en las montañas, en las nubes, en las flores silvestres del borde del camino. Estoy cansada de estar sentada. No quiero pensar. Opto por no gastar la batería del celular, pero voy enviando fotos. Quiero hacer la cronología de este trance.

Para poder comprar gasolina subsidiada hay que estar inscrito en el sistema Patria. A través de ese portal controlan cuánto puede comprar cada quien. La compra se puede hacer cada cinco días y solo hasta por 120 litros mensuales. Es decir, unos 20 litros semanales. Es muy poco lo que se puede circular con esa cantidad. Nos vemos obligados a usar el carro solo de vez en cuando. Quienes vivimos en ciudades dormitorios la pasamos realmente mal porque también el transporte público está sujeto a si hay o no gasolina o gasoil. Los viajes interurbanos a veces están prohibidos. Una semana sí y una semana no hay lo que aquí se llama "cuarentena radical" lo que se traduce en la imposibilidad de ir a otra ciudad. Se necesita un salvoconducto además de gasolina.

9:43 am. Hemos avanzado unos 400 metros. El sol ya nos agobia. 

10:15 am. Ya divisamos a lo lejos la entrada de la estación de servicio. Ya no sé cómo sentarme. No hay mucho más que ver. Tampoco mucho más que escuchar en la radio.

11:00 am. 7 horas en cola. Estamos más cerca de la entrada. La cola dejó de moverse. Mi esposo camina hasta la entrada y pregunta qué pasa. No hay respuesta, pero puede ver que hay una cola que ingresa por otro lado y está moviéndose. Son los ungidos.

Como la gente empieza a preguntar, permiten que entren algunos carros. Nosotros quedamos a siete de entrar.

11: 15 am. Logramos entrar. Nos recibe este bucare encendido:


Me hechizan sus colores contrastantes y por un momento dejo de estar en esa cola que ya parece eterna.

Estamos en el umbral de la estación de servicio. Para entrar realmente falta. Hay como ocho carros por delante.

No se mueve la cola. Mi esposo se baja nuevamente a ver que pasa. No hay sistema. 

11:27 am. Entramos oficialmente.


Ya se divisan los surtidores, pero delante de nuestro carro hay un cono naranja. No podemos avanzar. Falta mucho todavía. Creo que llenan los tanques con gotero.

11:40. Finalmente llegamos al surtidor. Estamos a tres carros para equipar. 

11:58 am. Ya han pasado ocho horas y es justo en ese momento en que puedo pasar a registrarme en el sistema, a comprar los 25 litros de gasolina y finalmente a las 12 y algo empieza a entrar gasolina al tanque de mi carro.

Ocho horas. Un día completo de trabajo. Un drama. Un desespero que pretende convertirse en normal. Un abuso que hay quien lo ve como algo correcto y necesario para la distribución equilibrada de combustible.

¡Quien lo vive es quien lo goza!