jueves, 9 de marzo de 2017

Segundo sueño con Nel (VII)

Era domingo, temprano en la mañana, y yo estaba en la cocina haciendo café cuando escuché el timbre de la puerta. Sin prisa fui a ver quien era pero en lugar de mirar por el ojo mágico, abrí la puerta. ¡Quá alegría tan grande! ¡Qué emoción sentí!

- ¡Tío viniste! -Allí estaba parado, sonreído y feliz mi Tío Nel. Vestía de blanco luminoso; una túnica y unos pantalones blancos. Irradiaba una luz blanca, hermosa, muy brillante pero no me encandilaba.
- No abras -me dijo sonriente- Vine a decirte que estoy bien pero lejos, muy lejos.

En ese preciso momento desperté alegre, feliz. Mi Tío había hecho su mudanza como dos años antes y yo seguía devastada. No podía pronunciar su nombre sin sentir el nudo en la garganta y romper en llanto. ¡Tanto lo echaba de menos! ¡Tanto me dolía su ausencia! ¡Tanto extrañaba su palabra precisa y certera, su risa, su compañía! ¡Tanto extrañaba sus poesías!

Aquel día el amor hizo posible que yo entendiera todo. Sigo amando profundamente a mi Tio Nel y cada vez que lo recuerdo lo hago con alegría, con la certeza de que él está bien. Entendí que siguió su destino cuando terminó su misión aquí. Agradezco humilde y profundamente su guía, su compañia -antes física ahora omnisciente. Aprendí a vivir, a tenerlo de una manera diferente.

¡Gracias, Nel, gracias por siempre! ¡Hasta que volvamos a encontrarnos!

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