La
boda
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Tania, we want to show
you…
Con esas palabras me invitó Mrs. Preetpal ji a la
ceremonia final de la boda del hijo de unos amigos suyos. Acepté de mil amores.
Las bodas sikh tienen siete ceremonias. La última consiste en la llegada del
novio a la casa de la novia donde le esperan para la fiesta con los familiares
y amigos. Es a partir de entonces cuando se consideran realmente casados los
novios.
La invitación incluyó el regalo del traje que me
pondría. Una mañana nos fuimos a comprar la tela porque una modista se
encargaría de la confección. Comprar la tela fue un acontecimiento para mí.
Fuimos al centro de Delhi a una tienda grande, llena de telas de algodón puro.
Yo me sentía en el paraíso porque amo el algodón, su suavidad, pero el algodón
de la India es el nivel superior. Yo estaba deslumbrada por las telas y la
atención. Mrs. Preetpal ji habló en penjabi con el dependiente y éste nos llevó a un
mesón particular. Obviamente, ella le había pedido tela para un modelo
particular. Me maravilló que las telas del mesón eran de una suavidad
extraordinaria, todas tenían hilos brillantes sobre colores imaginables e
inimaginables pero lo que más me asombró fue que todas tenían una medida única
y tenían el bordado del cuello incluido. Yo sabía algo de costura y de
bordados, de eso se había ocupado mi madre, que es una modista creativa,
dedicada y muy profesional. Escogí una tela color crema con hilos dorados que
formaban cuadros de unos tres centímetros de lado, y que tenía un bordado
hermoso de colores cálidos y por supuesto, dorado. La tela incluía, además, una
pashmina en el mismo color pero con líneas de hilos dorados en lugar de cuadros.
La modista fue a la casa el día convenido y tomó las
medidas. Después tocó ir a su casa para medirme y para que ella afinara los
detalles. Esta fue otra experiencia que me mantuvo maravillada. Fuimos en
riksha.
En Delhi, la gente se transporta de muchas maneras,
una muy común y tradicional es transportarse en riksha, lo que consiste en un
carruaje para dos personas conducido por un hombre en bicicleta; a veces el
hombre va a pie. Fue extraño, divertido y como de otro mundo andar en un
carruaje descapotado por calles donde circulan carros, miles de motos,
bicicletas tirando otros carruajes, hombres que llevan la carga sobre la
espalda, autobuses de uno y de dos pisos, vacas, en fin, fue mágico circular por
Delhi.
Mi traje quedó hermoso, al menos a mi me parecía
hermoso. Era un traje indú llamado salwar kamisse, una especie de pantalón con
las botas ajustadas a las piernas, de la rodilla al tobillo, y, de la rodilla a
la cintura anchísimo, ajustado a la cintura por lo que mi madre llama jareta
(una tira de tela que va dentro de una especie de túnel en la prenda); eso
tiene que ver con la idea de que las formas de la mujer apenas se adivinen. Completaba
el atuendo una kurta a la rodilla. La kurta es una especie de camisa manga
larga con una abertura poco profunda en el pecho que va rodeada por el bordado que
mencioné antes. La kurta llevaba también aberturas por los lados desde el ruedo
hasta la cadera.
Ni podía yo imaginar cómo sería la boda. En mi mente
estaban las poquísimas ceremonias católicas que había visto.
El día de la boda me fui con Mrs. Preetpal ji y Mr. Dharam
Vir ji en el carro de la familia hasta un lugar en el que Mr. Dharam Vir ji nos
pidió que bajáramos porque él llevaría el carro hasta un lugar cercano a la
recepción. Bajamos y nos encontramos con un montón de gente vestida de fiesta,
alegre. De pronto llega, en un caballo blanco, hermoso, decorado como en las
películas, un hombre que parecía un príncipe de las mil y una noche.
Creo que no cerré la boca en toda la noche. De ahí
caminamos unas cinco cuadras detrás del príncipe. Éramos el cortejo del novio.
Lo más hermoso fue que de repente me di cuenta que caminábamos sobre pétalos de
rosa. ¡La calle donde vivía la muchacha tenía una alfombra de pétalos de rosas!
Para los demás era normal, pero para mi, que solo había caminado sobre flores, con
emoción y profundo regocijo, cuando iba al liceo en mayo y los apamates del
camino que une la avenida Nueva Granada con la Gran Colombia descargaban sus
flores, aquello era extraordinario, hermosísimo, mágico. Así se lo dije a Mrs. Preetpal
ji y ella solo sonrió.
La casa estaba al final de la calle. Nos detuvimos
mientras entraba el novio. Cuando finalmente pudimos entrar al salón, ya muchos
invitados habían entrado.
Me llamó la atención que el salón era largo, al lado
derecho, un mesón de punta a punta con manjares casi todos desconocidos para mi
pero apetitosos.
Justo enfrente de la puerta de la entrada pero al
fondo del salón, había dos sillones hermosos, todo decorado espléndidamente y
los novios sentaditos, juiciositos esperando el saludo de los invitados.
La escena me dejó pensando. Si ya estaban
casados, si la boda había sido tan hermosa, tan romántica y la fiesta era un
espectáculo tan fantástico que parecía una puesta en escena de una película de
alta factura, ¿por qué los novios no hablaban entre sí y por qué la muchacha tenía una cara de
susto que es difícil describir con palabras? Para una muchacha venezolana que
había vivido su preadolescencia escuchando a los Beatles y oyendo aquella
frase repetida hasta el cansancio “amor libre”(absurdo ¿no? ¿Será que a
alguien en la historia de la humanidad han podido obligarlo a querer o a dejar
de querer a otro?); que andaba en Delhi justo por y con un amor, y que había sido recibida
en esa condición no solo con respeto sino con afecto, mucho afecto, aquello era
poco menos que una pieza del teatro del absurdo.
Estuvimos poco rato allí, probé todo lo que pude. Me
admiré con los zarcillos de las señoras. Eran de oro macizo, tan macizo que para
que no les reventaran los lóbulos de las orejas, incluían una cadenita, también de oro, que se
ajustaba alrededor del pabellón. ¡Qué risa cuando entendí la cosa! Es que era
gente de dinero, de mucho dinero.
La explicación, o posible explicación, a las caras de
los nuevos esposos la intuí días más tarde y claro que la compartiré con ustedes
pero en otro relato.
¡Hasta entonces!
Ooooooohhhhh, ¡quiero más! ¡Y más a menudo! ¡Y una foto de Tatiana con ese traje puesto! Hasta entonces, me conformaré con releerlo despacito, porque la primera lectura la hice volando, tanta hambre tenía...
ResponderEliminarJajajajja, gracias por tus palabras siempre alentándome a escribir. Pronto publico la segunda parte, estoy trabajando en eso. Lo que me lleva más tiempo son justamente las imágenes porque lamentablemente no tengo fotos de esos meses mágicos que viví en India. Honestamente, yo me sentía como Alicia en el país de la maravillas, procuré vivir intensametne y sin ningún prejuicio cada experiencia, cada minuto. Contaré, contaré. Gracias, Tinuviel por ese apoyo y empuje que siempre me transmites ;)
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