miércoles, 15 de febrero de 2012

En busca de la novia

     Aquella mañana había movimiento en la casa; limpieza, flores, adornos, incienso, pasapalos. Yo veía pero no participaba, nadie me dijo o pidió algo, al fin y al cabo, yo era una visita.  
     A media tarde llegaron unos amigos: un señor, una señora y la hija de ambos, una muchacha de unos dieciséis o diecisiete años. Fueron recibidos en el salón principal de la casa que estaba acondicionado para tal fin. Al poco rato, Mrs. Preetpal ji se acerca al patio interno donde estábamos los demás ya que no podíamos participar de aquella reunión y, dirigiéndose a mi, dice: 
- Tania,¿me puedes hacer un favor?
- Por supuesto...
- Por favor, ayuda a Sunita. Maquíllala. Gracias.
     No entendía bien a qué se refería con aquello de por "favor, maquíllala" si todos los que me conocen saben que nunca me maquillo, si acaso, ahora, uso algún labial o algo de base; en aquel momento, no usaba nada, venía de Moscú donde era imposible encontrar maquillaje, simplemente no se vendía o, bueno, seamos justos, jamás me interesó saber si vendían o dejaban de vender sombras y cosas de esas. Lo mío eternamente han sido los aromas: perfumes y cremas.
     Vino en mi auxilio mi novio y en perfecto español, sobre todo para que nadie entendiera, con una mega sonrisa para disimular más su ayuda, va y me dice: 
- Lo que pasa es que ellos vinieron para enseñarle su hija a otra familia que a su vez tiene un hijo al que le están buscando novia y, bueno, Sunita es ... bueno, no es muy bonita.
     No sé qué cara puse. Traté de sonreir, eso si lo recuerdo. Ahora imagino que me salió una mueca. Jamás he podido disimular mis pensamientos. Y en ese momento pensaba "¡Coño! ¿Qué vaina es esta? ¿Cómo los propios padres enseñan a su hija como los ganaderos enseñan sus vacas? ¿Y esta estúpida se deja? ¿Qué carajo es esto?" Y después me reí, claro, para mis adentros porque yo había llegado a esa casa y había sido recibida como la novia del hijo y me trataban como de la familia, como si me conocieran de toda la vida. O sea, estaba en una familia de avanzada, pues, pero que "respetaba" la tradición. ¡Que risa la vaina, que risa!
     Por supuesto maquillé a Sunita (no quieran saber cómo quedó porque yo misma no sabría decirlo). La pobre muchacha estaba aterrorizada y agradecida porque yo, con potingues de Mrs. Preetpal ji, traté de hacerle algo. La pobre temblaba como una hojita cuando hace brisa. Procuré decirle además que estuviera tranquila, que sonriera y que, pasara lo que pasara, todo saldría bien (ni yo podía creerme lo que decía pero ¿qué más se puede hacer en esos casos?).
     Mientras, los padres de Sunita conversaban con los anfitriones. Al rato, anunciaron la llegada de la otra familia. Cosa rara (para mi, claro), llegaron los padres solos. Quedaron en el salón las dos familias que estaban tratando de hacer un pacto y la familia intermediaria. Los demás estábamos lejos, yo, entre divertida e indignada (mi conciencia a los 22 años no daba para más), los otros tres, sabiendo que eso era rutina y que pronto habría un desenlace.
     Primero se fue la familia de Sunita; entonces quedaron conversando los anfitriones con los padres del posible novio. Pasado un rato, éstos también se fueron.
     La gentileza de mis anfitriones no tenía límites. Cuando sus invitados se hubieron marchado, se sentaron a conversar conmigo y me explicaron lo siguiente.
     La tradición impone que los padres se encarguen de buscar la pareja para sus hijos. La manera de hacerlo es que el padre de la muchacha, o del muchacho, contacte a un amigo común para que concerte una cita, en su casa, con los padres de la pareja que éstos primeros estén considerando como posible para su hijo o hija. La familia intermediaria se ocupa de concertar la cita, ofrece su casa y además, después de que ambas familias se encuentren en terreno neutral, después de que la familia del novio (siempre la familia del novio), ya a solas con los anfitriones, les participe su decisión con respecto a la chica, el cabeza de la familia anfitriona es el encargado de informar la decisión a la familia de la muchacha. ¿Criterios a tomar en cuenta para que los padres del muchacho acepten a la muchacha? Pocos pero decisivos: dote y belleza.
     En la historia que nos ocupa, el pobre Mr. Dharam Vir ji tenía un problemón en sus manos: visitar al padre de Sunita e informarles que no había sido aceptada. No supe los motivos. Tampoco si él se los contaría a los padres. Imaginé entonces a la pobre Sunita llorando a mares por una de estas dos opciones: de tristeza y desolación por sentirse rechazada, o de alegría y felicidad por haberse salvado de casarse con un ser al que no conocería sino hasta la boda. ¿Alguien puede imaginarse algo más aterrorizante?

2 comentarios:

  1. Las princesas no deberían llorar... ¡nunca! Gracias por otro ratico más de felidad total, leyéndote.

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  2. Me hace ruborizar, Tinuviel. ¡Gracias!

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