domingo, 11 de marzo de 2012

Misa de difuntos con boda

     Ya escribí algo sobre una boda que me marcó por la espectacularidad del performance. Hoy escribo sobre ¿una boda?
     No soy misera. Casi nunca voy a misa. Tengo razones para ello pero no es este el momento de contarlas, aunque el origen de esta nota sea una de las razones. No soy misera, decía, pero creo profundamente en Dios. Baste eso para que me entiendan.
      Ayer fui a una misa de difuntos para orar por el descanso de mi tío Gustavo, que se nos adelantó hace pocos días; para pedir que Dios lo abrigue con su manto y lo ilumine con su luz. Fui con mis hijas a una amorosa convocatoria de una de las amigas más solidarias que me honro en tener. Fue también toda la familia que vive cerca porque también oraríamos por otro tío muy querido que hizo su mudanza hace seis años por estos días también.
    Entramos a la iglesia que estaba abarrotada de gente. Nos quedamos de pie, cerca de la puerta escuchando y decía el cura, ataviado con un manto morado y dorado: "... las águilas tienen plumas y ustedes tienen plumas..." y batía los brazos imitando las alas, que no las plumas, de las águilas. "Las águilas tienen dos opciones: triunfar o ... dejarse abatir. Caer. Pero ustedes no pueden caer, no pueden decir que tienen cuarenta años y están viejos. No. Las águilas con sus plumas suben y ustedes con sus manos, que son sus plumas, ayudan a los demás... Las águilas triunfan, las águilas viven."  Y yo me preguntaba en silencio ¿este carajo es cura o qué? Cuando escucho: "ahora recibiremos las ofrendas en acción de gracia." Y se paran unas personas cargando banderas, cesta de comida y velas encendidas. Y dije: esto es una puesta en escena que vale la pena ver.
     Empezó a hablar una de las mujeres desde el púlpito: "para que dios en su infinita misericordia pase su mano y le de la salud a nuestro amado presidente HCF" y así siguió la cosa. De pronto el cura va y dice, "aquí debe haber gente que vino para la misa de difuntos. Bueno, disculpen, vayan al salón de al lado que ahí ya empezó el rosario. Cuando termine esta misa, se vienen para acá." Salimos con la risa aguantada y el desconcierto arañando la sensantez.
     No pudimos entrar al salón de al lado. Estaba atiborrado. Ahí nos encontramos con otros primos que tampoco entendían nada y decidimos esperar afuera entre divertidos y molestos.
     Finalmente salió la gente que se sentía águila y que ofrecía banderas, luz y pan a su dios.
      Entramos todos y hasta conseguimos puestos para sentarnos juntos. Notamos que había gente muy elegantemente vestida, no solo fuera de la iglesia sino dentro también. Pero no hicimos mucho caso y entramos. Al parecer habría una boda después. Así son las iglesias. A la gente católica le gusta consagrar su amor, y pedir por sus difuntos en el mismo sitio. Nada de extrañar.
     Aparece una mujer en el púlpito y con aires de sargento que nos espeta: "Hagan silencio para nombrar a los difuntos." Todos volteamos hacia el púlpito en espera de escuchar el nombre de nuestros deudos. Ella leía: Fulano de tal, Mengano de cual, Perenceja de más allá y todos atentos esperando oír las palabras por las que ya se había pagado para que las pronunciaran. En eso sale nuevamente el cura con su batola morada con adornos dorados y hace señas con sus brazos invitando a alguien a pasar. Todos los feligreses nos olvidamos de la lectura que hacía la sargenta y volteamos para ver...
        Una novia del brazo de su padre hacía entrada. ¿Y el novio? todo el mundo volteó en dirección contraria y efectivamente ahí estaba parado un cristiano, entre vivo y muerto, esperando a aquella mujer de velo y corona. ¡¿Qué vaina es esa?! A todos nos entró como una risa nerviosa ¡¿Que era aquello?!
     Mientras la sargenta terminaba de leer, la muchacha caminaba al altar precedida de unos niños y unas muchachas que lanzaron unos cuantos pétalos al piso. Cuando finalmente llegó al altar y el padre la entregó, el cura dijo triunfal: "Hermanos, esta boda iba a ser a las cinco pero hubo un percance. Después tuvimos que hacer la misa de acción de gracia de la UBV y se retrasó todo. Pero bueno, Hector y Amarilis esperaron y ¿cuál es el problema? haremos al mismo tiempo la misa de difuntos y la boda." 
     Como los novios estaban de espaldas al público, no pude ver la cara que tenían, no palpé el sudor frió en las manos de la novia ni pude medir el nivel de rabia y desilusión que me imagino los invadía, especialmente a la novia, por mujer, porque sí. Pero si pude ver como de dos en dos todos nos mirábamos y las caras eran todas de signo de interrogación. Había caras como la de mi tía, de una tristeza profunda, otras como la de una sobrinita de 12 años que no disimulaba su risa de adolescente fresca y aguda, caras perplejas, caras como la mía que solo mi hija interpretó cuál era y adivinó cada una de las palabras que atropelladas cruzaban mi mente . En fin, estábamos pues en el acto final e inédito de La cantante calva.
     Y empezó la cosa. "El matrimonio es un sacramento corto, así que lo haremos primero. Después vendrá la misa de difuntos. Héctor y Amarilis, el amor no son las mariposas que dicen las mujeres que sienten cuando están enamoradas. No. El amor verdadero viene después. A ustedes les van a caer toda suerte de problemas y el amor será cuando Hector diga: -tranquila, yo estoy aquí. Porque el amor verdadero viene después. Que el de ustedes sea un matrimonio trinitario: Hector, Amarilis y dios. Más nadie. Que dios en su infinita bondad les permita tener descendencia y los una hasta que la muerte los separe. ¡Que brille para ellos la luz perpetua! y todos gritamos ¡Amén! sin saber a ciencia cierta si era por los novios o por nuestros amados familiares. "Ahora hagamos silencio y todos pidan para que este matrimonio sea feliz." Y todos nos quedamos en silencio. Cada quien pidiendo por lo que le provocó. Como yo oraba por mi tío, pedía porque encontrara su luz, porque su mamita lo recibiera en sus brazos amorosos y lo encaminara en su nuevo destino, en mi mente apareció mi tío Gustavo, con una camisa beige y riendo con las estruendosas carcajadas que lo caracterizaron. Entendí todo. No es la primera vez que esas cosas me pasan. Entendí todo y en susurro le pregunté a mi tía ¿qué crees tu que haría Gustavo si le contáramos lo que está pasando? En un principio no entendió mi pregunta pero a los cinco segundos me contestó "se reiría". Si, eso mismo.
    A partir de ese momento, yo estuve sonreída. La cosa siguió hasta que el cura dijo: "Bueno, ya Héctor y Amarilis están casados sacramentalmente. Ahora sigamos con la misa de difuntos." Y Héctor y Amarilis se sentaron no se bien en dónde. Ahí vino la frasesita de "daos la paz como hermanitos que son." Los que nos conocemos y amamos, nos abrazamos cálidamente. Mientras nos abrazábamos el cura chilló desde el púlpito: "Siéntense porque la misa no ha terminado. Al parecer, tuvo una epifanía que le permitió recordar que antes de darse la paz para salir en paz, en el rito católico, la gente debe comulgar. Fue entonces cuando levantó los brazos y empezó a hablar de que Cristo compartió el pan con los apóstoles por eso la hostia representa la carne de cristo, que el vino representa la sangre que cristo derramó por todos nosotros y bla, bla, bla. "Hagan una fila a la derecha los que van a comulgar; el ministro (un tipo viejo, gordo, con cara de borracho y vestido con batola blanca) les dará la hostia. Del lado izquierdo hagan otra fila, yo les daré la hostia." Se paró un poco de gente y se alinearon según su preferencia; los demás nos quedamos hablando entre nosotros ¿alguien podía estar callado en respeto a ese acto? ¿era eso acaso una comunión? Terminé de ver la puesta en escena de un cura irresponsable, irrespetuoso y usurero, que se burla de la fe de los feligreses sin que le tiemble ni una pestaña. Terminé de ver el performance más ridículo y más atrevido que haya visto jamás con la certeza de que Gustavo estaba burlándose de esa vaina, con la certeza de que él está bien donde quiera que esté y que desde donde está puede vernos y sabe que quienes lo amamos siempre guardaremos en el corazón los momentos que vivimos juntos. ¡Que Dios te bendiga y te ilumine, Tío, donde quiera que estés!

     
     

2 comentarios:

  1. Decía uno al que conociste, cuando todavía vestía camisas a cuadros todos los días, que no le extrañaba que el Gabo se inventara aquel estilo tan suyo de escribir que dieron en llamar "realismo mágico", porque de magia nada, en nuestro país de verdad pueden llover flores del cielo durante días, y te puedes encontrar en la calle con un ángel al que le han quitado las alas... Y celebran simultáneamente una misa para pedir por la salud de uno, rogar por los difuntos de medio pueblo, y ya que estamos, casar a estos tortolitos diciéndoles que lo que sienten no es amor, que el amor viene después. Bueno, ya sabes, somos águilas, y nuestras manos son nuestras plumas... Tu tío estará encantado, con su misa de difuntos y con tu escrito. ¡Sólo faltó que pasara por allí un Aureliano Buendía, a darles el pésame a los deudos y a emborracharse después en la fiesta de los recién casados!

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  2. Tal cual querida Tinuviel. Por eso lo describo, aquí nada es casual, todo es... bueno, todo es cualquier cosa menos mágico. Bueno, es que no se por cuál vericueto de mi mente yo asocio magia con bueno, lo que se que no necesariamente es así.
    Abrazo, abrazo, mi querida amiga.

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